Caminar a ritmo constante durante al menos 30 minutos al día es una de las actividades más recomendadas para preservar la salud de la próstata. Este ejercicio cardiovascular moderado mejora la circulación en la zona pélvica, regula el metabolismo de la glucosa y ayuda a reducir la inflamación crónica, factores clave en la prevención de enfermedades como la hiperplasia prostática benigna (HPB).

Los ejercicios de Kegel son especialmente útiles para hombres que desean fortalecer el suelo pélvico. Este tipo de rutina mejora el control de la vejiga y puede reducir la incontinencia urinaria, sobre todo después de intervenciones quirúrgicas como una prostatectomía. Además, contribuyen a una mejor calidad de la erección y al control eyaculatorio, favoreciendo la función sexual.

El entrenamiento de fuerza, como levantar pesas o hacer ejercicios con el propio peso corporal, estimula la producción de testosterona y ayuda a disminuir la grasa abdominal, dos factores relacionados con el buen funcionamiento prostático. Practicarlo de forma controlada, al menos dos veces por semana, puede tener efectos beneficiosos en el largo plazo sin necesidad de ejercicios intensos.

El yoga, aunque subestimado en muchos entornos masculinos, ofrece ventajas notables en la salud prostática. Posturas como la cobra, la mariposa o el guerrero ayudan a estirar la zona pélvica, mejorar la movilidad articular y disminuir tensiones que afectan directamente la región prostática. Además, la reducción del estrés que brinda esta práctica es clave para disminuir síntomas urinarios molestos.

Las actividades acuáticas como la natación suave o caminar en el agua permiten ejercitar sin generar presión directa sobre el perineo, lo cual es ideal para hombres con molestias prostáticas. Estos ejercicios favorecen la circulación, fortalecen el core y contribuyen al bienestar general sin riesgo de impacto, siendo una opción excelente para todas las edades.